

Por: Juliana Álvarez, Erika Montañez, Catalina Motta y Jouline Novoa
El incremento de inmigraciones de las diversas comunidades culturales colombianas (costeños, paisas, llaneros…) hacia la capital del país, debido a la búsqueda de oportunidades académicas, crea en las universidades bogotanas un espacio en el cual se presenta una mezcla de acentos, costumbres, formas de pensar, creencias y múltiples expresiones culturales.
Este fenómeno ha trascendido a tal punto de convertir a Bogotá en una ciudad de ciudades, lo que nos motiva a profundizar y a mostrar este pluriculturalismo. Sólo hay que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta la cantidad de manifestaciones que se consideran como propias y que tuvieron origen en comunidades que en la actualidad son tratadas como culturalmente distintas; pero hay que aceptar que todos tenemos algo de nuestros antepasados ya que somos mestizos-mulatos y llevamos sangre negra e indígena en nuestras venas.
Esta situación se debe a diferentes factores sociales, culturales y económicos; además de los procesos de comunicación que son una fuerte influencia en la interacción entre personas de distintas culturas.
Hablar de “camarita” en el llano, es hablar de “compadre” en la costa. Los paisas se refieren a “parce”, en tanto que los bogotanos son mas serios y dicen “señora” o “señor”.
Los acentos marcan las personalidades, que a su vez ayudan a reconocer la procedencia. Mientras que los costeños hablan mucho (dicen tener y conocer), los paisas son convencidos de su perrenque y de su tierra, los rolos son muy independientes y conservados, incluso llegan a ser tacaños.
Las formas de vestir son otra manera de identificar cada región: Los costeños nunca se ponen una chaqueta “así esté lloviendo”. Las mujeres calentanas, contrario a las bogotanas: De abrigos, bufandas y botas; son más ligeras de ropa: usan colores fuertes, escotes profundos, aretes extravagantes, etc.
”Compadre que me digan que los costeños no somos los que más tomamos Old parr”. En una reunión entre costeños, surgió un tema de conversación en cuanto a cómo se consideran ellos con respecto a su personalidad, forma de vestir, pensar y actuar…
“Eche nojoda, somos relajados, no le botamos cuerda a la cantaleta de la mujer. Lo importante es pasarla bueno”
Es la gente más alegre de Colombia, incluso se les a tratado de perezosos porque nada perturba su tranquilidad, son personas muy confianzudas, que les gusta hablar duro: “a nosotros nos gusta coquetear, nos gusta llamar la atención, pero porque a las mujeres les gusta”. Así responde Andrés Felipe, barranquillero de pura sepa que añade a su testimonio el buen gusto por la comida, por las marcas, por estar muy bien vestidos.
El vallenato es un género musical que identifica a la gente de la costa, el caminado un poco particular de la región, sus mujeres caderonas y de traseros muy exuberantes. Son celosos con su grupo de amigos y directos en cuanto a lo que dicen, no les importa lo que piensen de ellos porque son muy seguros de sí mismos. Los hombres aceptan que son vanidosos y machistas; las mujeres describen su forma de vestir como muy calentana y no les importa que estén en clima frío.
Miramos a otro punto geográfico de Colombia y nos encontramos con otra región muy particular y de la cual hay mucho que hablar. Es la tierra de los mejores amaneceres, de la ternera, del ganado cebú: El Llano. La gente de esta región que vive en Bogotá se le reconoce por su forma de hablar cantadito y rápido, les gusta ser frenteros, los hombres son muy machistas, las mujeres son voluptuosas y hermosas: “las mujeres del llano son muy operadas y los hombres son muy peleones y guaches porque el que es buen gallo canta en cualquier corral”, así lo consideró Ángela Novoa una llanera que se refirió a los rolos como muy serios, aislados y desconfiados, hasta “tacaños”; pero que con todos se podía convivir, nada más es cuestión de costumbre y de respetarse unos a otros.
Sin embargo, resalta que sus hombres llaneros le dan el lugar a la mujer que ellas se merecen, porque las tienen bien, las consienten y las pelean.
Fundamentalmente, un paisa auténtico posee un espíritu productivo, ahorrativo, emprendedor y andariego. Asimismo es muy apegado a su tierra y su cultura, pero al tiempo audaz para la exploración y la innovación, irreverente cuando de inventar se trata, y disidente. El paisa ama mucho la libertad, concepto emblema de uno de sus himnos departamentales, el sonado Himno de Antioquia.
La personalidad del paisa es jovial, le gusta hablar, es alegre y vivaz. A los paisas se les conoce por su habilidad para hacer negocios. "El Paisa todo lo vende, lo cambalachea todo, lo juega todo, todo lo "quema", menos la navaja de barba. Y recorre todos los caminos del mundo cantando, "descrestando", envolatando a media humanidad". El paisa posee también un carácter un tanto francote, arisco y de talante igualitarista, es decir, paisa es paisa dondequiera que esté.
Los paisas piensan todo lo contrario, Andrés Ríos, habla de los costeños de una manera muy sarcástica y muy alejada ya que no se llevan muy bien, el dice: sus comentarios procaces y sus zapatos blancos y su acento displicente y sus justificaciones laborales en las que jamás capa un "ajá" o un "cógela suave". ¿Se puede vivir eternamente cogiéndola suave y pretender que nada malo le pase a uno?, Un costeño a 100 kilómetros a la redonda siempre se reconocerá por el ruido que hace, olores que fácilmente pueden ser de chivo, un suero costeño rancio o, en algunos casos, el simple hecho de no bañarse con la estúpida excusa de que en la altura hace mucho frío.
Porque ajá, así son ellos. Como si fuera poco, solo los costeños tienen la asombrosa facultad discursiva de incluir, cada tres palabras, una referencia al miembro viril, obsesión solo comparable con la de vivir de fiesta y evitar el trabajo.
Pequeño manual des-ilustrado de cómo identificar a un compatriota según los refranes, expresiones y muletillas que use.
Entre comillas encuentra el significado de lo que se quiso decir, para los antioqueños puede ser una broma, desprecio, advertencia o amenaza o simplemente un aditamento de humor al momento que se está viviendo.
• Veamos pues mi Don como es el maní...
• A mí me gustan las cuentas claras y el chocolate espeso. - ”Hablar con franqueza y sin triquiñuelas”.
• Uno no es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo. - “ Cuando no se simpatiza con otra persona”.
• Ojos que no ven…Corazón que ni siente. – “Cuando alguien le repara porque se esta comiendo algo de dudosa procedencia”.
• Píntemela a ver, y yo le digo cuántos pares son tres moscas.- “Si alguien le está haciendo alarde de algo que no es verdad”.
• Los hombres no se miden por metros. – “ Si otro hombre le mete miedo a uno porque se cree grande”.
• Ni que estuviéramos bravos. - “Respuesta que se da cuando se nos pide un favor”.
• ¿Durmió conmigo anoche o qué, que no saluda? - “Se le dice a las personas bellacas que pasan y no saludan siendo personas conocidas”.
• Esos dos son uña y mugre. – “ Se comenta de dos personas amigas que no se separan ni para ir Al baño”.
Tal vez un poco serios, pero intelectuales dice Mauricio Chávez, “los rolos somos personas muy independientes, tal vez frías; pero no chismosas”. Así califica a la gente de “provincia”, dice que por ser de ciudades pequeñas son más propensas a la enfermedad del chisme- les encanta saber la vida de los demás: ¿con quién llego?, ¿a dónde va? La gente que vive en Bogotá, que es de acá no esta interesada en la vida de los otros por las múltiples ocupaciones, los trajines, el tiempo y el cansancio.
Los bogotanos somos gente chévere, gente de mente abierta que poco juzga las pintas raras, que le gusta la variedad de planes y que por no tener el suficiente tiempo, pues se deleita con el arte y con cosas que en otras ciudades dan perdida. Les encanta los sacos en todas sus variedades (toda lana, todo hilo que se les atraviese), tienen un gusto particular por lo hippie, por las artesanías y por los tenis.
En realidad las mujeres de la capital cuando van a rumbear se les distingue por cómo van vestidas: llevan tenis, camisas de cuellos poco profundos y dan una imagen bastante sencilla. Según Mauricio, “los bogotanos somos como los americanos del Colombia”; cuando llegamos a tierra caliente se nos reconoce porque andamos con ropa gruesa, con medias y sandalias, con colores poco combinables. Y las mejillas nos delatan.
La gente capitalina se distingue por su cultura, por sus gustos, sus pintas, por la rumba; pero también se les critica por su precaria atención, por la indiferencia que muestran y porque no son muy alegres.
1 comentario:
Flojo, flojo, flojo...
Menos mal están en la universidad para cometer errores aquí y no en un periódico o una publicación más "seria".
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